Los independientes
¿De qué o de quien?
En estos días, en el seno del movimiento de jóvenes que derrotaron al gobierno y su ley “Pulpín”, se ha levantado una especie de orgullo de ser “independiente”, es decir de no haber formado parte de ninguna de las corrientes políticas existentes en el Perú, o de ideologías a nivel internacional.
Tienen razón en cierto modo. Es tanta y extensa la ruina de las organizaciones políticas, que a los jóvenes les repugna hasta la náusea, organizaciones como el Apra o el fujimontesinismo. Es que esas agrupaciones, sin duda, dan asco. ¡Puaj!
Igualmente asquean, el PPC, PPK, Solidaridad N…. etc. hasta llegar al nacionalismo humalista que desde el poder no hace más que demostrar que es más de la misma peste.
Pero, también la izquierda tradicional genera las mismas repugnancias. ¿Algún joven de esos que visten camisetas con el rostro del Che Guevara, se pondría en el pecho el retrato de Alberto Moreno, o de Rolando Breña, o del desaparecido Jorge del Prado? ¿Hay alguien entre los dirigentes del llamado Frente Amplio (que al decir de Cotler no es ni frente ni amplio), o de Unidos por el Gran Cambio (¿todavía existe eso, fuera de la billetera de Lerner?) que suscite admiración entre nuestros jóvenes radicales? ¡No!
Esa es la razón por la que los jóvenes prefieren ser independientes. También es la razón por la que militantes de Patria Roja, o del Frente Amplio o de TyL, o del Movimiento Poder Popular, etc., se camaleonean, negando sus organizaciones y sus dirigentes, como San Pedro a Jesús, deseando que no cante el gallo que finalmente los identificará.
Esto de los “jóvenes independientes” no es nuevo en el Perú.
En los años 50, cuando arreciaba la dictadura de Odría, las componendas que cocinaba el Apra, cuyos chanchullos ya habían llevado al poder a Bustamante y Rivero, perfilaban la fetidez de un partido que empezaba su maloliente descomposición. Lo mismo sucedía con el PCP, que había calificado al oligarca-presidente Manuel Prado, como el “Stalin peruano”
Jóvenes universitarios “independientes”, aunque motivados por el naciente socialcristianismo y por los camuflados del Partido Comunista (entonces era uno e indivisible, dirigido por el estalinista Jorge del Prado), forman el Frente Nacional de Juventudes Democráticas, sobre el que se monta el entonces joven arquitecto Fernando Belaúnde Terry, quien desde esa plataforma lanza su candidatura presidencial, con un programa de “gran cambio”, bajo el pensamiento “el Perú como doctrina”. Cuando ese movimiento cambia de nombre por el de Acción Popular, metió freno y retroceso al carro que se suponía sería el del cambio.
Acción Popular, terminó calificado como el “club de los independientes” y después de Belaúnde ya no queda nada, salvo la esperanza de que Gastón Acurio les prepare una receta para volver a los soñados años 50.
El independentismo actual tiene casi las mismas raíces
El asqueo de la política “tradicional”, en el fondo, no es mas que la verificación del poco conocimiento de la historia de una izquierda estalinista que es la que ha dirigido el movimiento popular desde la muerte de Mariátegui y más específicamente desde que Eudocio Ravines fundara el Partido Comunista que, en todas sus variantes desde los reformistas hasta los violentistas de Sendero, o su versión derechista el Movadef, son responsables del desprestigio del socialismo.
Nuestros actuales independientes parecen partir de una intuición que los lleva al nihilismo sin remedio o, en el peor de los caso, al abismo de un nuevo outsider, que apelando a la conciencia crítica del movimiento juvenil pueda hacerlos saltar de la sartén al fuego.
El peligro es inminente. Un movimiento como el de los “pulpines”, si no se politiza, es decir, si no lucha concientemente por el poder, es decir con fuerza programática, pronto será arrastrado por la vorágine del proceso electoral que exige rápidas definiciones. Esas definiciones no salen del aire.
El debate político hace falta…¡Urgente!