ARI (2 parte)
El fin de una esperanza
“he visto dividirse a la izquierda en otras cuatro ocasiones: 1990, 1995, 2006 y 2014, siempre con el eje electoral. Y a mí, casi me da ganas de llorar por la enorme cantidad de oportunidades desperdiciadas, por la forma como se repiten anécdotas para explicar hechos históricos, por las ilusiones que se levantan en los jóvenes y por la manera como los viejos callamos ante la reaparición de antiguos errores. Raúl Wiener (Diario Uno septiembre 26, 2014, Divisiones las de antes)
Como ya se mencionó, ARI nació el 17 de enero de 1980.
Habría que agregar que fue un parto a puertas cerradas. Una unidad en las alturas. No participaron los movimientos sociales, por ejemplo la CGTP, arrastrada en ese momento por el PCP-Unidad tras la candidatura del general Rodríguez Figueroa. La CCP (Luna Vargas) explícitamente participaba dentro la UDP, pero no en “las alturas”.
Tampoco hubo celebración ni júbilo pleno. Las masas se enteraron por los periódicos y celebraron sin salir a las calles. Solo en los sectores más unitarios de la UDP y del PRT, una foto en la que se abrazan Javier Diez Canseco y Hugo Blanco, testimonian una sincera algarabía.
El resto de la izquierda se ensimismaba. Era como si alguien estuviese buscando el momento oportuno para ahogar al recién nacido.
Crece la esperanza
La alianza aun no gateaba y no tendrá las cosas fáciles en su corta existencia. Sin embargo el optimismo crecía. Las concentraciones en las que se presentaba Hugo Blanco, como candidato a la presidencia eran multitudinarias. La consigna de ¡Gobierno de los trabajadores, sin generales ni patrones! calaba el alma popular. En las plazas del Cusco, Arequipa, Moquegua, Tacna, se alzaban manos plebeyas, de mujeres, hombres y niños entusiastas. Esperanzados. El sólido norte aprista, empezaba a resquebrajarse en Huaraz, como en Chimbote.
En la hacienda azucarera Casagrande, a pesar del boicot aprista que llegó a cortar la luz en pleno mitin, se produjo un entusiasta y persistente lleno. Los trabajadores estaban a punto de arrebatar, con votos, el Sindicato que yacía en manos apristas. ¡Y lo lograron!
En cada lugar, los pocos militantes del PRT no se daban abasto, eran pocos, sin recursos y muy mal organizados. El pueblo exigía formación política, una mayor explicación de lo que significaba el gobierno de los trabajadores y la revolución socialista. Muchos se decían decididos a ofrendar sus vidas por la causa. Como en 1931, cuando la revolución de Trujillo traicionada por el APRA. O como en Chaupimayo a comienzos de los 60, cuando en el pico de la sublevación campesina, Hugo Blanco comandaba la Brigada Sindical Remigio Huamán, una milicia aprobada en asamblea.
El Perú entero estaba preñado de revolución. Pero…
Embarrando el camino
En una entrevista por televisión, preguntado sobre las posibilidades de éxito de un gobierno de izquierda, Barrantes entonces acérrimo estalinista (después renegaría) responde recordando lo que obreros de avanzada chilenos opinaban sobre el gobierno de Salvador Allende ganado a la conciliación: “a lo mejor es un gobierno de mierda pero será nuestro”. Tal vez evocaba que al liderazgo de Hugo Blanco le faltaba su “astucia”.
Verano de 1980
El tomo III de la Comisión de la Verdad y Reconciliación describe el ARI, de la siguiente manera:
“Desde su constitución, el derrotero de ARI fue complejo y estuvo lleno de contradicciones motivadas principalmente por diferencias ideológicas, políticas y electorales (negritas por el autor). Aquellas discrepancias se agudizaron y terminaron polarizando a sus integrantes”.
“En los extremos de ARI, de un lado la propuesta del gobierno de los Frentes de Defensa, con [Hugo] Blanco a la cabeza; de otro, la fundación del Gobierno de Frente Único, y [Alfonso] Barrantes Lingán como candidato. A un lado, VR y los sectores trotskistas, más algunas fuerzas menores; a otro, PCR Clase Obrera y [el PCP-] Patria Roja. En medio de ambos, un conjunto de fuerzas que, con conciencia difusa de lo que se jugaba en esos momentos, se veían incapaces, por eso mismo, de sujetar a los extremos, e impedir su evolución rupturista (negritas por el autor). Puestos en la escena final de negociaciones, fue imposible componer un rompecabezas en donde, ya no sólo los programas, sino las propias aspiraciones electorales no encontraban correspondencia. ARI estalló. (Nieto 1983: 113)”.
¡Ay! La repartija
La “evolución rupturista” señalada líneas arriba tuvo una expresión feroz: la repartija. Desde el primer momento empezó a hacer estragos. La disputa por una curul en Chimbote, confronta a la UDP y Patria Roja, estos últimos sienten herido su hegemonismo, y aprovechan ese incidente para romper el ARI y proclamar la candidatura de Horacio Zevallos.
Después de asestar la puñalada mortal Patria Roja se burla de las lágrimas de los dolientes
Wiener, recuerda la frase del burócrata indolente Rolando Breña: “no hay que llorar por elecciones”, un cinismo total para minimizar el asesinato de ARI.
Mientras tanto, en la otra vereda, el PCP y el PSR, resintiendo la “falta de fondos” de Ledesma para implementar “su” campaña lo expectoran y éste, con las nalgas marcadas por el puntapié, relanza el FOCEP. A la sazón, la izquierda ya tenía tres candidaturas inscritas, PSR, FOCEP y Patria Roja.
Hugo Blanco
Con una candidatura totalmente desestabilizada, donde solo quedaba una maniobra legalista, puesto que la UDP tenía en sus manos la personería jurídica del ARI que podía prevalecerla por encima de Patria Roja; torpedeado por todos lados, con el ARI ya destrozado, Hugo Blanco pone fin a la relación entre el PRT y la UDP.
A continuación, en desacuerdo con parte de su propio partido, Blanco se alía con lo más sectario del bloque socialista, y lanza su candidatura por el PRT.
No fue la manipulación nacional e internacional del cuco trotskista, como insiste Wiener, junto a otros que subidos hace años al antitrotsquismo internacional, lo que rompió el ARI. Blanco no rompe el ARI, pone fin a la alianza con la UDP. Fue la solitaria afirmación de quien que toma sus decisiones sin ser pelele de nadie.
¿Por qué lo hizo?
En ese momento, según me lo refirió en persona, a la salida de la reunión con la UDP en la que hubieron muchas lágrimas, pero también las hubo de cocodrilo, Blanco me sostiene que, descuartizado el ARI era mejor que cada opción de izquierda publicite sus programas.
Blanco renuncia a la leguleyada que proponía la UDP, en aras de que: en la división total de la izquierda, todos los grupos sin excepción mostraran sus cartas y el pueblo elija.
¿No era esta una actitud noble y democrática, aunque también demasiado ingenua, de un revolucionario probo, que nunca hizo trampa en la lucha, frente a unos adversarios políticos que nunca dejaron de excluirlo y aplastarlo, llegando muchas veces a la traición?
Sin embargo, aquellos que nunca formaron parte de ARI, o que lo sabotearon, o que se quedaron con los crespos hechos, iniciaron la leyenda negra contra el “divisionismo trotskista” que hoy nuestro buen amigo Raúl Wiener, lamentablemente, cotorrea.
La izquierda, ha vuelto a dividirse en diferentes ocasiones
Con Pease, Barrantes, Diez Canseco, Villarán etc. en la mayoría de casos, divisiones por repartijas. Para Wiener, que ha llorado en todas, sin dudas Hugo Blanco se gana el premio al mayor divisionista. ¿Será porque es de los divisionistas “de antes”, o simplemente porque Blanco es un trotskista?
Suena a paradoja que intelectuales del sector más lúcido de la izquierda peruana, como Raúl Wiener, no se expliquen lo del ARI, así como las causas de la división de la izquierda, más allá de lo conflictos ideológicos que separan a los bloques reformista y revolucionario. “Un análisis de clases” como paporretearían algunos jóvenes izquierdistas iniciados en el Politzer. (¿Todavía se lee?)
Será por eso que, frente al triunfalismo de Villarán y la ingenuidad unitaria de Wiener, ganó Castañeda, porque supo representar mejor que ellos las múltiples y hasta contrapuestas necesidades de los de abajo.
En vez de intentar entender, Wiener y quienes como él recuerdan al ARI bajo la distorsión del mito antitrotskista, siguen montados en un perro muerto: el inútil intento de desprestigiar al único dirigente de masas que aun vive en la imaginación popular, Hugo Blanco.
La izquierda a la que se dirige Wiener no es capaz de entender que Blanco y sobre todo el bloque socialista, mariateguista, aun en las sombras, tiene la fuerza programática capaz de representar a todos los explotados del Perú.
Por eso los intentos electoralistas de esa izquierda empeñada en pintar de blanco las palabras en rojo del programa socialista, están condenados al fracaso.
A pesar de saberse esto de antemano, habrá quien siga llorando.
Insistiremos en el tema.